MSC. YORDANIS G. PUERTA DE ARMAS

Cofundador de la Red Iberoamericana de Medio Ambiente (REIMA, A.C.) y Director Ejecutivo de la Fundación Panamericana de Cooperación Internacional para el Desarrollo Sustentable (PAFICSD)

EDITORIAL

Concluida la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP27), que tuvo lugar en noviembre de 2022 en Sharm el Sheij (Egipto), millones de personas alimentan la esperanza de que ha llegado el momento del cambio en torno a la política internacional en materia de ambiente y desarrollo desde el paradigma de la sustentabilidad. Mientras por otra parte son mayoría los que comparten el criterio que desde que en 1972 tuvo lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Humano en Estocolmo (Suecia) cada foro global solo ha servido para poner de manifiesto la indiferencia de una inmensa mayoría con la realidad que se vive en nuestra casa común: el planeta Tierra.

En estos 50 años se ha escuchado una y otra vez que «líderes» mundiales se reúnen para discutir sobre los principales desafíos ambientales globales, relacionados con la pérdida de la diversidad biológica, la degradación de las tierras, la contaminación ambiental, el calentamiento global, el incremento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos naturales extremos y un larguísimo etcétera que solo sirve de pretexto para financiar esos foros, en los que la inmensa mayoría de los que hablan jamás han sufrido en carne propia la problemática a la que se refieren. En cambio, asisten a los debates para defender agendas e intereses personales desde un supuesto discurso ecologista que les permita seguir dando la espalda a las causas verdaderas de la problemática: distribución inequitativa de los recursos, patrones de producción y consumo insostenibles, falta de voluntad y compromiso político, falta de cultura ambiental… que condenan a millones y millones de seres humanos al hambre extrema y la pobreza.

Reiterar que el reto hoy es asumir el ambiente desde la teoría de la complejidad y desde la teoría de los sistemas; desde un enfoque holístico que permita entenderlo como un complejo sistema de interacción entre la naturaleza y la sociedad, en el que intervienen elementos bióticos, abióticos, económicos, psicosociales, culturales, políticos, institucionales y tecnológicos, que determinan su estructura, funcionamiento y estabilidad; solo así será posible transitar hacia un modelo de desarrollo desde el paradigma de la sustentabilidad. Entendido el desarrollo sustentable como un proceso endógeno de identificación, reconocimiento, utilización y potenciación de los recursos locales; que garantiza el equilibrio de los sistemas ambientales e implica la utilización racional de los recursos naturales, financieros, materiales, tecnológicos y humanos. Asimismo, garantiza las condiciones de vida de todas las especies y la estabilidad de los ecosistemas que sustentan la vida en el planeta como garantía para las actuales y futuras generaciones.

No hay mucho más tiempo para lograr una convivencia armónica con el resto de los individuos de nuestra propia especie. Ya se ha superado la cifra de ocho mil millones de seres humanos en un planeta que para no pocos ya no tiene mucho más que ofrecer, por lo que no escatiman los recursos que podrían destinar a combatir el hambre y la pobreza en uno y otro intento por llegar a la Luna o a otro planeta que puedan colonizar y destruir como ha sucedido con la Tierra. Mientras, todavía hay quienes creen que esta es una crisis civilizatoria que podría superarse si se toma consciencia de que mirar al futuro requiere cuando menos alguna reflexión sobre el pasado y una buena comprensión del presente; porque lo que se haga hoy por este mundo, será el futuro mañana de nuestros hijos.